jueves, 31 de mayo de 2012


PASIÓN DE LOS FUERTES



Intro.

La nostalgia de un hombre con una pistola se torna en un ímpetu por justicia. Sus actos, su nombre y su postura responden a un pasado reconocido y las intenciones ocultas no son más que escaramuzas de un sentido de justicia arraigado que debe cumplirse a toda costa. Es cierto que los tiempos han cambiado, es cierto que ya no podemos caminar despreocupados por el campo creyendo que todo puede resolverse de la manera más sencilla. Los hombres crecen y se deforman, y toda su concepción es la difícil carga de convivir con aquellos que no desean hacerlo. Para todas esas dificultades, un hombre carga con un arma a su costado, y si eso no fuera suficiente, carga con una estrella en su pecho, asegurando que aquellos que no respetan las balas, sean cegados cuando el sol se pone sobre esa pequeña estrella de plata.




Cuerpo.

El genio detrás del western lleva el nombre de John Ford. A finales de los años treinta y con diferentes entradas en el género, Ford lograría catapultar el western no solamente como una genuina corriente americana, sino también como un estilo propio dentro del cine, haciendo un contexto importante del “viejo oeste”, en donde historias complejas y novedosas pudieran desarrollarse, borrando decididamente la idea de que el western era el superficial enfrentamiento entre vaqueros e indios. Toda esta transformación comenzaría con su película de 1939, La Diligencia. Previamente, Ford ya provocaba ciertos cambios desde el cine mudo y lo continuó a lo largo de su carrera, influenciando a directores de todos contextos, desde Orson Welles a Ingmar Bergman, pasando por Akira Kurosawa, Satyajit Ray, Jean Renoir, Jean-Luc Godard, entre tantos otros. Con él empezaría toda una corriente de filmes dedicados al western logrando una interesante corriente que involucraría diferentes directores y actores americanos, siendo su misma asociación con John Wayne lo que lo pondría en status de leyendas del género. En Italia esto influenciaría el subgénero del spaghetti western, destacando Sergio Leone, y logrando grandes obras de reconocimiento internacional.



Si bien hay muchas películas que podrían tener en rótulo del mejor western de John Ford, sobretodo algunas donde aparecía John Wayne, Pasión de los Fuertes es una entrega convincente, fuerte, con un lenguaje propio importante, mereciendo estar entre una de las más importantes. Ford tomaría la historia del tiroteo en el corral OK como base de la película. Esta historia relata el ya mítico enfrentamiento entre los hermanos Earp junto a Doc Holiday contra la familia Clanton. Este popular enfrentamiento sería llevado al cine muchísimas veces, siendo la tendencia acercarse a los hechos históricos en lo posible. Ford tomaría otro camino. La película sería una adaptación del libro Wyatt Earp: Mariscal de la Frontera de Stuart N. Lake. La adaptación correría por parte de Samuel G. Engel, Sam Hellman y Winston Miller. Ford tomaría la película Mariscal de la Frontera (1939) de Allan Dwan como un ejemplo para su propia producción, llegando a filmar escenas enteras toma por toma.



Pero la validez de Pasión de los Fuertes destaca en su anacronismo, en la búsqueda de originalidad a partir del quebramiento de la lógica. La historia es el enfrentamiento de los Earp y los Canton, pero los detalles históricos se ven sobrepasados por las razones cinematográficas, alterando muchos rasgos al buscar una línea concluyente en cuanto al interés y la profundida de los personajes. Así, lo único que parece mantenerse es el contexto del western y los personajes míticos, pero nada más. Ford logra mantener una línea entre la nostalgia del western, de su significado y renombre, al mismo tiempo que modifica con gran habilidad lo que supuestamente uno acostumbra a ver en una película del género. Los personajes son importantes en su propia interioridad pasando por el actor teatral de Shakespeare, el condenado Doc Holiday, la siempre paciente Clementine Carter, el despiadado y arbitrario Newman Haynes Clanton y la poderosísima figura de Wyatt Earp. Todo este ensamblamiento responde a una ideología de su director por resaltar la historia a partir de las emociones que desprenden los personajes y ello se ve apoyado en la gran interpretación de sus actores.



Henry Fonda es Wyatt Earp. La leyenda de Hollywood comenzó su carrera en 1935 y rápidamente lograría la cumbre de la mano de John Ford y Uvas de Ira (1940). Fonda fue un gran actor, proponiendo en su propia medida una interpretación correcta pero imprimiendo siempre su propia lectura. Fonda no aparece como un actor que destaca a partir de la extrovertividad de los personajes, sino a partir de una profundidad lograda por su imagen, por sus silencios, por las variantes en su carácter cuando era requerido. Fonda es un inmenso Wyatt Earp, perpetuando la imagen del héroe atípico pero centrado en sus convicciones. A Fonda se le une un reparto de lujo. Un Victor Mature siempre funcional y en una de sus mejores presentaciones sino la mejor. Linda Darnell en conflictos con los estudios y cuya aparición en esta película respondía más a la búsqueda de una oportunidad, logrando una importante interpretación para su carrera. Los habituales de Ford cumplen también a cabalidad: Ward Bond, Tim Holt y algunos “agregados” que mantienen la línea interpretativa ya designada como Cathy Downs, John Ireland, Alan Mowbray, entre otros. Un reconocimiento aparte se merece Walter Brennan en el rol de cabeza de familia de los Clanton. Destacado en los papeles secundarios (ganaría el Oscar tres veces en este rubro), Brennan nos brinda su mejor interpretación en dicho filme, logrando establecer la tónica de la película: personajes profundos que ahondan en la idea de originalidad dentro de un western que rompe parámetros y que configura una línea argumental sólida y precisa, un western de John Ford en toda su gloria y esplendor.




Datos.

Título Original: My Darling Clementine
Dirección: John Ford
Año: 1946
País: USA
Intérpretes: Henry Fonda, Victor Mature, Cathy Downs, Linda Darnell, Walter Brennan, Tim Holt, Ward Bond, Don Garner, Grant Withers, John Ireland, Alan Mowbray, Roy Roberts, Jane Darwell, J. Farrell MacDonald
Duración: 103 min.

viernes, 25 de mayo de 2012


LA STRADA



Intro.

Una trompeta suena en el aire. Una trompeta que trae recuerdos. Suena como si fuera el silbido del viento. Particular sonido. Único sonido. Porque cuando el instrumento deja de sonar aún podemos escuchar la melodía, como si fuera una burla a nuestros sentidos, o como si nos estuviera indicando que no importa cuanto tratemos… la melodía quedará en nuestra cabeza hasta que sepamos lo que es el verdadero sufrimiento. Ese sonido es inmortal y cada vez que recordamos su cuerpo pintoresco moverse como si fuera un muñeco a punto de desarmarse queremos reír y llorar, queremos decirle que descanse y que no trate de complacer nuestras sonrisas, porque ya ha hecho suficiente. Queremos decirle tanto y no podemos pronunciar palabra. Queremos decirle tanto y ella no comprende nuestros vocablos. No es que sea ignorante, solamente es un ser muy sensible para entender las complejidades que se desatan dentro del alma humana.




Cuerpo.

La Strada es la primera obra personal del maestro Federico Fellini. Como muchos directores y artistas envueltos en el cine italiano en los años cuarenta y cincuenta, Fellini fue influenciado decididamente por el neorrealismo en dicho país. Su colaboración como guionista en diversos trabajos con destacados directores, entre los que sobresale Rossellini, ayudaría a Fellini a demostrar una capacidad narrativa importante, lo que servirá para crear su propio lenguaje visual y utilizar sus propias técnicas para desembarazarse del movimiento y llevar el cine a su propia firma. Fellini se convertiría en uno de los más grandes directores de todos los tiempos y un creador nato, influenciando a futuros directores y proponiendo una narrativa original que desliza toda su calidad y su temple en el arte de hacer cine.



La Strada se convertiría en uno de los mayores logros de 1954 ganando más de cincuenta premios internacionales. Fellini y Tullio Pinelli serían los artífices de la historia, a partir de un personaje pintoresco del pueblo de Rimini. Dicha construcción tendría, con los aportes de Pinelli, la figura principal del filme y paulatinamente se le uniría el segundo personaje principal. Estos dos personajes (los inolvidables Zampanò y Gelsomina) muestran una depuración concentrada en la idea del personaje como parte de un contexto establecido, tomando en cuenta las costumbres y posturas definidas, impregnando así a los personajes de un reconocimiento posterior en el imaginario popular. Ello se ve reforzado por las magníficas interpretaciones de Anthony Quinn y Guilietta Masina.



Anthony Quinn, natural de México, fue un actor de notables apariciones obteniendo dos premios Oscar como actor secundario y protagonizando películas taquilleras con directores de renombre. Quinn empezaría su carrera a mediados de los años treinta y sumando diversas presentaciones hasta su mayor esplendor en los años cincuenta. La Strada y Zorba el Griego (1964) se encuentran entre sus más destacados roles, pero mantiene un gran nivel en muchos papeles secundarios, como en los dos que le conseguirían sendos triunfos en la Academia, ¡Viva Zapata! (1952) y El Loco de Pelo Rojo (1956). Quinn mantendría su nivel de trabajo hasta los años noventa, desempeñándose también como escritor y pintor. Moriría en el 2001 a los 86 años.



Giulietta Masina comenzó su trabajo artístico en el teatro y la radio y tras casarse en 1943 con Fellini se convertiría en su colaboradora y musa. La relación profesional de ambos fue ideal y en la vida personal permanecieron juntos hasta la muerte del director italiano en 1993, a pesar de los constantes amoríos de Fellini con otras mujeres. Masina contaría con pocas apariciones pero decisivas en cuanto a lanzar su carrera y a demostrar un innegable talento, explotado de manera perfecta por su marido. Masina lograría diversos elogios internacionales por La Strada, llegando incluso a ser denominada como “la Chaplin femenina”. Ganaría el premio de Cannes a mejor actriz en 1957 por Las Noches de Cabiria. La salud de su esposo afectaría su carrera, la cual tuvo sus mayores triunfos junto a él. Masina moriría cinco meses después que su esposo, pidiendo que la tonada de la trompeta de La Strada sea tocada en su funeral.



La Strada es el comienzo de una carrera brillante para Fellini. Después de su paso por el neorrealismo y su trabajo como guionista, Fellini lograría imprimir sus propias condiciones. A veces considerado como un director durísimo con sus actores, de genio indescifrable pero como un incansable detallista, Fellini logró a mediados de los cincuenta y los sesenta ser considerado uno de los directores más grandes vivos. Sus trabajos en La Dolce Vita (1960) y 8 ½ (1963) fueron vitales dentro del avance del cine y Fellini fue una leyenda en vida. La Strada sería este primer reconocimiento de Fellini como autor, ganando el primer Oscar a película extranjera en 1956. El tema melancólico dentro del filme, así como la caracterización de personajes mundanos y entrañables, son la fuerza vital de la película, ya que en estos elementos vemos los rasgos de humanidad que tan vivencialmente pueden ser reconocidos. Zampanò, Gelsomina, así como la tonada de la trompeta, quedan en el imaginario popular como propuestas incontrastables de un cine vivo, rico e influyente. La película también consagraría a Nino Rota, compositor italiano en su tercera asociación con Fellini y que se mantendría en futuras películas, logrando grandes logros. Así también colaboraría con Luchino Visconti, Franco Zeffirelli y Francis Ford Coppola, con el cual ganaría el Oscar por su trabajo en El Padrino.




Datos.

Título Original: La Strada
Dirección: Federico Fellini
Año: 1954
País: Italia
Intérpretes: Giulietta Masina, Anthony Quinn, Richard Basehart, Aldo Silvani, Marcella Rovere, Livia Venturini
Duración: 104 min.

domingo, 20 de mayo de 2012


CERO EN CONDUCTA



Intro.

Ser niño y ser rebelde en maneras que nadie puede entender. Ser irrespetuoso y formar tu propia bandera en maneras que nadie pueda denominar a través de un partido político o de una ola terrorista. Simplemente ser niño… y ser. Moverse sin preocupación, sacar la lengua y saber que no importando cuanto traten, cuanto piensen y cuanto se esfuercen, los adultos jamás llegarán a comprenderte. Porque no estás aquí para ser un niño modelo. No estás aquí para ser de la vida de alguien la felicidad completa y su realización personal. Estás aquí en un barrio pobre, en una escuela difícil porque no hay más… y mientras no haya más, tú vas a ser todas las pequeñas revoluciones que la mente pueda idear y de allí para adelante no hay más. Simplemente tu rostro siempre algo amargo… y bueno, también, tu cero en conducta.



Cuerpo.

La tragedia de Jean Vigo es la tragedia de una joven promesa del cine muerto a los veintinueve años. Con dos cortos en su haber, un mediometraje y un solo largometraje, Vigo se transformó en uno de los más grandes directores del medio. Su sensibilidad y su prometedora estética dentro de la pantalla promovieron a un artista sin precedentes, pero este hecho sería solamente como una de las tantas estadísticas que rodean a estos grandes hombres: el reconocimiento posterior que permitiría el rescate de su obra y de su legado. Vigo haría dos cortos sin mayor relevancia en su medio A Propósito de Niza (1930) y Taris (1931). Pero dichos cortos lo ayudaron a obtener financiamiento para Cero de Conducta (1933) y posteriormente para El Atalante (1934). Vigo sufrió de tuberculosis durante casi toda su vida y al final de la filmación de El Atalante tuvo graves problemas, llegando a ver una versión final de la película y muriendo antes de su estreno. Muerto sin gloria ni legado, Vigo, fue una estrella fugaz que no pudo brillar en todo su esplendor.



Sería a partir de los nuevos aires del cine francés de los años sesenta, en donde la figura de Vigo recobraría importancia. Intelecutales como Eric Rohmer, Louis Malle, Francois Truffaut y Jean-Luc Godard comenzaron a remover el contexto tradicional del cine en Francia, destruyendo muchos razgos y puentes del llamado realismo poético, así como destruyendo nombres de grandes directores y ensalzando otros que servían mejor a sus propósitos. Es así también como muchos productos americanos llegaron a tener fama en Francia después de haber sido olvidados, siendo El Ciudadano Kane, el principal de estos, y que es ahora considerado la película más grande de todos los tiempos. La perspectiva sobre Vigo fue más que favorable, siendo considerado como el primer profesional que impuso una sensación artística dentro del cine y siendo elevado a status de figura de donde muchos otros directores se tuvieron que nutrir para hacer sus carreras. Dichas halagos llegarían en momento oportuno, puesto que Cero de Conducta estuvo veinte años prohibida en Francia por lo que se le consideraba un ataque contra la política del país. Su composición de 41 minutos ya había sufrido censura pero eran demasiadas las referencias como para que pudiera quedar algo consistente. La película después de su estreno fue públicamente rechazada y archivada.



Vigo encontró en su propio colegio de provincia la influencia decisiva para mostrar a un grupo de niños descontentos con el sistema injusto y duro que tuvieron que vivir. Las referencias personales son puntuales y Vigo emplea toda su pericia para desestimar un sistema que no propone enseñanza, sino que impone tendencias que no cumplen un rol, sino el del simple acatamiento de órdenes. Es en sí, la lucha de Vigo por ser revolucionario, por mostrar en un grupo de niños la capacidad de entender un nuevo mundo, rompiendo las reglas y comportándose como niños bajo el subtexto de un hombre con alma de infante que desea demostrar que el mundo de los adultos no sirve, por más que ellos se nieguen a aceptarlo. Vigo y su película son ahora un legado y una vitalidad constante, influyentes en hombres como Truffaut y sus 400 Golpes, en Lindsay Anderson y su película If… y en todos aquellos que ven en Vigo a uno de los primeros revolucionarios del medio, al mismo tiempo que a un poeta interpretando imágenes.




 
Datos.

Título Original: Zéro de Conduite
Dirección: Jean Vigo
Año: 1933
País: Francia
Intérpretes: Jean Dasté, Robert le Flon, Du Verron, Delphin, León Larive, Madame Émile, Louis de Gonzague, Raphäel Diligent, Louis Lefebvre, Gilbert Pruchon, Coco Golstein, Gérard de Bédarieux
Duración: 41 min.

miércoles, 16 de mayo de 2012


LA VIDA DE O-HARU



Intro.

El descenso al infierno comienza con tus melancólicos ojos. El descenso al infierno es algo tan impropio, tan alejado de uno, que siquiera darle un mínimo de importancia parece una pérdida de tiempo. Cuando eres joven y puedes dominar al mundo no hay fuerza que te impida sentir el rigor y el poder creado por la inconsistencia. Eres dios en tu propio terreno y eres total en todos los tiempos. No hay nada que no puedas hacer ni nadie que te lo pueda impedir. Pero dentro de tu mundo perfecto también existen reglas y restricciones, aquellas que te condenan como ser humano y que te atan a un contexto que si decides transgredirlo será tu fin. Y como amantes de los desenlaces dramáticos correrás ese riesgo y te encontrarás en una realidad que ya no compete con tus sentidos, en donde sobrevivir se ha tornado el rostro de una moneda, aquella que no sabes cual será cuando está se mueve entre el aire, esperando el duro cuerpo de los suelos.





Cuerpo.

La Vida de O-Haru es la primera de tres producciones por parte del director japonés Kenji Mizoguchi en ganar el León de Plata en el Festival de Venecia. Posteriormente se le unirían Ugetsu (1953) y El Intendente Sansho (1954). Dicha estadística jamás igualada colocó a Mizoguchi como uno de los directores más promisorios de su época. Al igual que Akira Kurosawa y Yasujiro Ozu, Mizoguchi forma parte de esta trilogía de directores emblemas de su país que lograron ir más allá de la gran pantalla y proponer obras de arte en todo su derecho en el plano internacional. Hablar en estos casos de Mizoguchi es hablar de la mujer, la sociedad japonesa e inclusive de feminismo.



Mizoguchi solía decir que el hecho por el cual él conocía bastante a las mujeres era porque para conocerlas era necesario que una geisha te cortara la espalda con una espada como muestra de amor. Así, dicha experiencia de Mizoguchi casi termina matándolo pero solo demostraba su relación con las mujeres y lo que él deseaba de presentar en pantalla. Llamado director feminista, Mizoguchi hacia una denuncia abierta hacia el trato indebido de la prostitución y las geishas, algo que también debió experimentar en vida con su madre y su hermana, y que era parte de todo el contexto social japonés en donde la mujer no era parte de una sociedad importante. Mizoguchi toca este tema reiterativamente en todas sus entregas, aunque si en realidad esto coincide con las posiciones feministas modernas, o si es una denuncia dirigida, es un tema de debate. En cualquier caso, Mizoguchi demuestra un interés importante sobre la posición de la mujer en Japón y como la idiosincrasia del hombre es determinante en la toma de decisiones. Estaríamos hablando más de un retrato de mujer por encima de un movimiento feminista directo. Mizoguchi señaló La Vida de O-Haru como la película más importante de su carrera.



El filme nos muestra a Kinuyo Tanaka en el rol principal. Tanaka sería una de las grandes actrices japonesas de renombre durante la etapa muda, apareciendo también en la primera película hablada en Japón. Su relación artística más importante sería con Mizoguchi, con el cual compartiría quince películas. Sus logros como actriz le permitirían ir un poco más allá, convirtiéndose en la segunda directora de su país, después de Sakane Tazuko (1904-1975). Este sería el punto de quiebre de la relación entre Mizoguchi y Tanaka, ya que el director se opuso a dicha decisión. En realidad, Mizoguchi y su relación con las mujeres era un tanto compleja. En el caso de Tanaka, el director japonés estuvo enamorado de ella por años sin decirle absolutamente nada y aunque era un secreto a voces lo tuvo callado hasta su muerte. Tanaka nunca pudo dar crédito a dichas habladurías, además de tener una relación enteramente profesional con Mizoguchi, que terminaría cuando ella adoptara el rol de directora. La Vida de O-Haru es su interpretación más importante y su profesionalismo está demostrado en cada una de sus asociaciones con Mizoguchi, quien no escatimaba en llevar su talento a niveles duros de práctica.



La película en un descenso al infierno en la vida de la protagonista Oharu. La historia principal se desprende de la novela La Vida de una Mujer Amorosa del autor Ihara Saikaku publicada en 1686. Saikaku sería un poeta muy reconocido en su tiempo, siendo catalogado como el creador del estilo ukiyo (también conocido como “mundo flotante”). La trayectoria del poeta es extraordinaria en cuanto a la técnica del haikai, siendo reportado que en un día y en una noche realizó 16 mil composiciones de haikai, con rumores que llegó hasta 32 mil 500 composiciones. Era un maestro de dicha técnica a los veinte años, con una distintiva capacidad que hizo simplemente ensalzar su reputación. La muerte de su esposa en 1975 lo llevó a su mayor logro. Su dolor y su amor por su mujer hicieron que en doce horas compusiera un haikai de 200 versos, publicado como Los 200 Versos de Haikai en un Día. Después de ello se volvió un monje errante por dos años. Volvió a escribir como profesional publicando su ya conocida novela.



La Vida de O-Haru tiene el tratamiento debido de Mizoguchi en el tema de la mujer: la poética dentro de toda la trama, el uso lento y pausado de la cinematografía, como si nos estuviéramos acercarnos a diseños de pinturas, y el modelo de una sociedad que busca limitar la vida de la mujer a los designios machistas. Intencionalidad netamente feminista o no, Mizoguchi era un maestro en este tipo de películas, demostradas una y otra vez, lo que corresponde a un afinamiento de sus elementos, al igual que su relación con Tanaka, quien sabía perfectamente lo que su director buscaba. La Vida de O-Haru es un gran ejemplo de la poética dentro del cine y de cómo se puede manejar un descenso en la vida de alguien de manera armónica y latente. Observar a Mizoguchi es observar una de esas capacidades innatas para hacer cine y para cautivar, puesto que no hay comparaciones cuando un estilo se sobrepone al arte y hace del mismo una nueva tendencia a seguir y respetar.




Datos.

Título Original: Saikaku Ichidai Onna
Dirección: Kenji Mizoguchi
Año: 1952
País: Japón
Intérpretes: Kinuyo Tanaka, Tsukie Matsuura, Ichiro Sugai, Toshiro Mifune, Toshiaki Konoe, Hisako Yamane, Jukichi Uno, Kiyoko Tsuji, Eitaro Shindo, Akira Oizumi, Kyoko Kusajima, Masao Shimizu, Daisuke Kato
Duración: 148 min.